jueves, 3 de julio de 2008

La soberbia de Zapatero

Los políticos nunca aprenden. Ni de sus errores, ni mucho menos de los de los demás. Unos pocos años en el poder les hace olvidarse de todo y la soberbia les envenena hasta el tuétano. Lo vimos en la segunda legislatura de Aznar cómo no hizo caso a nadie más que a su propio ego magnificado hasta la náusea, lo que le llevó a cometer el gran error de su vida política apoyando la guerra de Iraq y, cuando ya todos vieron el error de hacerlo, negándose a rectificar. La guerra de Iraq de Zapatero es la economía. Cayó en la tentación de negar la crisis cuando comenzaban a verse los primeros síntomas. Quizás en ese momento creyó que no sería muy grave. Después llegó el larguísimo periodo electoral y decidió echar el resto y negar por el día que hacía sol y por la noche que estaba oscuro. Ahora, cuando ya todo el mundo, incluidos los de su propio partido, miran con ojos mitad de espanto, mitad de asombro, cómo sigue negando lo que está a la vista de todos, él se mantiene obstinado en su postura porque la soberbia también le ha envenenado el alma y cree que sólo con su retórica hueca y amañada será capaz, sino de combatir la crisis, sí de embaucar a los que la sufren. Zapatero está convencido de que puede engañar a todo el mundo todo el tiempo, porque su orgullo elefantiásico no le permite ya ver que eso es imposible. Él, como Aznar, tampoco va a rectificar y seguirá contumaz en su error de negar la crisis. Y ese error le hará perder las próximas elecciones, porque los votantes castigarán en las urnas al que no sólo no supo evitar las consecuencias de la crisis, sino que les engañó diciéndoles que no había tal. Yo, si fuera Zapatero, iría hablando con Aznar para que me ponga en contacto con los que le consiguen las conferencias a lo largo y ancho de este mundo, porque algo deberá hacer aparte de sermonear a sus correligionarios por perder las elecciones, después de que su soberbia le haga perder el poder.

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