domingo, 18 de enero de 2009

Asturias en la encrucijada

Asturias, igual que otras regiones pobres de España, se está jugando su futuro, o mejor dicho, le están jugando el futuro porque son otros los que van a decidir de forma directa o indirecta el dinero que van a recibir las Comunidades que dependen del dinero que reciben del estado central.

Llevamos treinta años estirando este invento de las Comunidades Autónomas que los constituyentes, supongo que de manera bienintencionada, al menos la mayoría, creían que daría satisfacción a las ansias de autonomía política de las regiones menos afectas a España. Se creía que el País Vasco y Cataluña se "conformarían" con una descentralización política amplia que les permitiera gobernarse con una escasa dependencia del gobierno central.

Sin embargo, algunos nacionalistas feroces creen que fue un error la extensión a todas las regiones del derecho a la autonomía. Muchos nacionalistas creían y aun lo siguen creyendo, que ése era un privilegio que sólo les correspondía a unos pocos territorios, y que, caprichosamente, circunscribían a aquellos que ya habían tenido autonomía durante la segunda república. El resto, que ellos llaman, España, sin distinguir Andalucía de Asturias o Castilla de Valencia, tenían que resignarse a ser gobernados por el gobierno central. Ignorando además, interesadamente, que había más regiones, por ejemplo Asturias, que tenían pendiente su estatuto de la votación en el Congreso de los Diputados, pero que no pudo llevarse a cabo por el golpe de estado del 36.

Lo que sí fue un error que difícilmente se podrá subsanar fue conceder al País Vasco y Navarra el privilegio que supone su financiación. Este agravio está en la base de muchos de los problemas que ahora tenemos con la financiación de algunas comunidades.

El otro gran problema de nuestro estado de las autonomías es que se ha hecho mastodóntico y carísimo. Algunas de las competencias que se han transferido a las Comunidades Autónomas se gestionan mejor de manera descentralizada, pero, en cambio, otras muchas no tienen ningún sentido en manos de las Autonomías. Pero éstas quieren reproducir el estado en su propia comunidad y quieren gestionar hasta la última competencia. La razón que siempre esgrimen de que se gestiona todo mejor estando más cerca del ciudadano se les vuelve en contra cuando se niegan a conceder ni una sola competencia a los ayuntamientos, porque eso supone transferir recursos que no están dispuestos a perder.

Es cierto que hay cosas que se administran mejor desde la cercanía, del mismo modo que hay otras que no mejoran nada o que incluso pierden capacidad al no tener economías de escala suficientes. En sanidad, por ejemplo, se podrían obtener mejores condiciones en el suministro de equipamientos diversos si se negociaran contratos a nivel de todo el estado en vez de negociar cada autonomía por separado.

También carecen de sentido muchos de los gastos en los que se han embarcado todas o casi todas las Comunidades por puro interés político y clientelar, como el absurdo derroche en unas televisiones autonómicas que son máquinas de perder dinero.

Para colmo, nuestro presidente de gobierno se han metido en un verdadero lío para contentar a los catalanes de su propio partido empeñados en demostrar que son más nacionalistas que los nacionalistas. Al final, se pinte como se pinte y se dibuje como se dibuje, dar más dinero a las autonomías ricas será perjudicar a las pobres que tarde o temprano acabarán disponiendo de menos dinero proveniente de la caja común.

Es curioso que sea precisamente un gobierno socialista y una Comunidad Autónoma gobernada por socialistas en coalición con otros dos partidos que se dicen de izquierdas los que vayan a imponer la tesis de que quien más gana debe recibir más, haciendo tabla rasa del fin resdistributivo de los impuestos y utilizando argumentos tan peregrinos como los de las balanzas fiscales que atribuyen a los territorios los impuestos que pagan las personas o las empresas.
Por si fuera poco esto se produce en medio de una crisis económica particularmente intensa en nuestro país que, por una lado, exige una gran cantidad de recursos del estado para intentar que la economía no se congele definitivamente, mientras por otro se obtiene una menor recaudación de impuestos como consecuencia de la desaceleración económica.

Las regiones pobres, como Asturias, van a verse muy gravemente perjudicadas ya que sus ciudadanos tendrán que pagar como los del resto de España el déficit que ahora se está generando, pero recibirán menor cantidad de dinero que las comunidades ricas. A largo plazo esto puede suponer la división de España en regiones ricas y regiones definitivamente arruinadas y resignadas a vivir de la escasa solidaridad de las primeras.

En Asturias se da además la circunstancia de que somos la única Comunidad Autónoma que pierde población. Con cada vez menos personas cotizando y pagando impuestos y aumentando la población de personas mayores, ¿de dónde saldrá el dinero necesario para mantener los servicios? La respuesta es clara: no se podrán mantener.

El presupuesto para este año destina más del 34% a sanidad y si sumamos educación sube hasta el 55,8%. No es difícil darse cuenta de que si sumamos los gastos corrientes, el dinero destinado a inversiones es necesariamente muy escaso.

Ante esta situación y la que razonablemente podemos esperar sólo hay una solución: crear una Comunidad Autónoma que englobe a Castilla y León, Cantabria y Asturias. De esta manera no tendríamos riqueza, pero sí una representación parlamentaria importante y eso nos daría fuerza para negociar con el gobierno central en condiciones de igualdad con otras Comunidades.
Pero esta solución no será posible con nuestros actuales políticos controlados por los partidos políticos y sin un mínimo de representación personal, ni de independencia.

En pocos años alguna Comunidad tendrá que plantearse devolver al gobierno central las competencias en sanidad o alguna otra ante la falta de recursos para mantener el nivel de servicios. Asturias será (lo es ya) una de ellas.

No hay comentarios: