domingo, 27 de enero de 2013

Los mercados temen un estallido social

La noticia de este fin de semana es que a los mercados (lo que quiera que sea eso) no les preocupan tanto las cifras de la economía española, como la posibilidad de que se produzca un estallido social.
Yo no sé quien diablos son los mercados, aunque lleven más de cinco años haciéndonos la vida imposible y aprovechándose de la lamentable situación económica de España (y de los demás países del sur de Europa), con lo que no han conseguido otra cosa que hundirnos más en nuestra crisis, prestándonos su dinero (su bonito dinero) a unos intereses imposibles. Digo que no sé quienes son, pero está claro que son muy sagaces, porque hay que serlo y mucho para darse cuenta de que tras cinco año de crisis económica, con seis millones de parados y recortando todo tipo de servicios sociales, temen que se produzca un estallido social.
Supongo que también serán capaces de predecir que lloverá cuando ven el cielo cubierto de nubes negras o de que cuando está la marea baja al cabo de unas horas habrá pleamar.
Y es que son gente lista y por eso, y no por otra cosa, son capaces de mover sus dineros para hacerlos crecer con los nuestros y metérselos todos (los suyos y los nuestros) en sus bolsillos.
Y ahora, pobres, se preocupan, porque lo mismo se produce un estallido social y España se ve imposibilitada de pagar esos modestos intereses a los que nos han prestado sus dineros para que podamos seguir pagando la sanidad, la enseñanza, el Congreso, el Senado, la policía y nuestras televisiones públicas que tanto nos enseñan y entretienen.
Porque aunque vivimos en el sur, tenemos aceite de oliva, sol, camareros, toreros y bailaores de flamenco (la mayoría de pacotilla, pero quién los distingue), seguimos con la mala costumbre de comer, aunque sólo sea una vez al día, y necesitamos un techo bajo el que recogernos cuando cae la noche.
Así que si, Dios no lo quiera, se produce el temido estallido social, los mercados se lamentarán como aquel campesino que, cuando se le murió el burro, exclamó desolado: lástima, ahora que ya se estaba acostumbrando a no comer, va y se muere.

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